El vino tinto es una bebida perfecta para acompañar las tardes o noches junto a tus personas favoritas -y las que no lo son tanto-, desde reuniones con tu familia, veladas románticas con tu pareja y juntas de trabajo importantes. Sin embargo, a pesar de que está hecha para disfrutarse como a uno le plazca, lo cierto es que existen ciertas reglas de protocolo y etiqueta para tomar vino tinto, que dicho sea de paso, son mucho más sencillas de lo que la mayoría de las personas imagina.
La creencia popular indica que el vino tinto es una bebida lujosa y hasta elitista, sin embargo no es así; de hecho, las reglas y consejos que aquí te daremos, además de fáciles, tienen una razón de ser basada en disfrutar al máximo el sabor de esta bebida que, por cierto, tiene muchos beneficios para la salud.
¿Cómo elegir el vino tinto adecuado?
La elección del vino que pedirás depende en gran parte de tus gustos; sin embargo, existen algunas claves que te ayudarán a tomar una mejor decisión.
El vino tiene antioxidantes y ayuda a fortalecer los huesos | Foto: Freepik
- Toma en cuenta qué tipo de vino te gusta. Estos se clasifican según su contenido de azúcar en secos o afrutados; también se dividen por su tanicidad (los taninos son una sustancia química que procede de las partes sólidas del racimo de uvas y que ocasiona un sabor amargo y seco en la boca o lo que se conoce como «complejidad» o sea, entre más taninos, se puede añejar más y por lo tanto más complejo es el vino).
- Si todavía no defines si lo que te gusta es un vino tinto fresco y ácido, o uno con fuerza y más seco, lo recomendable siempre será que pidas sugerencias al sommelier o al mesero; esto no solo no es mal visto sino que te ayudará a ir aprendiendo a elegir.
- Olvídate de esas viejas ideas de que el vino tinto solo se acompaña con carnes rojas y el vino rosado con postres. Recuerda que el maridaje sirve para que el sabor de tu bebida contraste con el del platillo que tienes en frente y, por lo tanto, hará que uno resalte al del otro en tus papilas gustativas. Un buen ejemplo es acompañar el salmón con vinos tintos jóvenes; paellas, jamón ibérico y serrano con vinos de media crianza; quesos fuertes con vinos tintos maduros y cortes de carne con vinos maduros preferentemente Cabernet o Pinot Noir. Eso sí, recuerda que no se recomiendan vinos de más de 3 años de maduración si tu platillo es muy condimentado o picante.
- Y no, no siempre el vino más antiguo o el más caro es el mejor. De hecho, esto depende más de la reputación de la bodega, pero si aún no eres experto en esto, lo mejor será que escuches la recomendación del sommelier.
Probar y decantar
No todos los vinos necesitan ser decantados | Foto: Unsplash
Asegúrate de que el vino tinto llegue antes que la comida, recuerda que lo primero que debe llegar en un restaurante son las bebidas. Esto te dará la oportunidad de catarlo antes, probando una pequeña cantidad del líquido; puedes dejarlo respirar unos segundos en la copa antes de beberlo y recuerda que al olerlo, no necesitas hacerlo enfáticamente, con acercar la copa a tu nariz es suficiente (y no, tampoco necesitas oler el corcho).
Por otra parte, aunque casi todos los vinos pueden ser servidos directamente de la botella a la copa (siempre sosteniendo la botella por la parte de la base), si elegiste un vino tinto que lleva mucho tiempo envasado, es probable que se formen posos o queden restos del corcho con el que se selló.
Para eso, existen los decantadores, que son unos recipientes de cristal creados especialmente para servir en ellos la botella de vino completa.
En este proceso, dejamos al vino que se ponga en contacto con el oxígeno, que afloren sus aromas y sabores, que se separen los posos en el líquido, ayuda a suavizar los taninos astringentes de algunos vinos y que tome la temperatura adecuada para su consumo.
¿Cómo tomar vino tinto?
La copa siempre se toma por el tallo y nunca por el cáliz | Foto: Freepik
Hay dos tipos de copas típicas para tomar vino tinto: La copa de Burdeos y la de Borgoña. Ambas son redondas y notablemente más grandes que la de vino blanco, de tal manera que su boca ancha permite que la bebida entre mejor en contacto con el aire.
A la hora de servirlo, si lo haces tú, nunca llenes la copa completa; usualmente de cada botella se sirven alrededor de 5 copas con poco menos de la mitad de la copa. Esto es porque de esa manera, permitirás que el vino respire, se pueda mover cómodamente y adquiera la temperatura adecuada.
Por cierto, hablando de temperatura… ¡Nunca sujetes la copa por la parte del cáliz! Hacer esto es un error, ya que solo terminarás calentando la bebida y ensuciando la copa. En vez de ello, tómala por la parte de la base o la pata con tus dedos (tampoco con la mano completa como si fuera palo de escoba).
De hecho, según las reglas de etiqueta, lo mejor es mantener nuestra copa sin marcas de dedos ni de labial, por ello se sugiere beber siempre del mismo lado de la copa, aún si no utilizas lipstick.
Finalmente, recuerda que el vino no es agua, no está en tu mesa para quitarte la sed sino para ser disfrutado a sorbos pequeños; si lo haces así, dejarás que tus papilas gustativas absorban su sabor; una vez que lo tragaste, siente en la boca su regusto y dale un bocado a tu platillo, te vas a enamorar de la bebida.
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