¿Niños consentidos serán adultos débiles? 3 graves consecuencias de mimarlos en exceso
Existe una delgadísima línea entre educar sin violencia y ser excesivamente permisivo con los hijos;...

Existe una delgadísima línea entre educar sin violencia y ser excesivamente permisivo con los hijos; quizá esta confusión es el motivo por el que cada vez vemos más pequeños haciendo berrinches y explotando en público contra sus padres, mientras los adultos, agobiados, intentan tranquilizarlos con palabras dulces o juguetes. Los niños consentidos son esos pequeños que suelen estallar por cualquier motivo, tienen poca tolerancia a la frustración y que no soportan la idea de que un maestro les llame la atención, ni pueden resolver sus problemas de manera independiente; lo que es peor, mimar en exceso a nuestros hijos puede crearles un daño que afecta la manera en que se desenvuelven en sociedad cuando sean adultos.
De acuerdo con la periodista y autora del libro ‘Hiperpaternidad: Las consecuencias de la paternidad helicóptero’, los hijos mimados han existido desde siempre; sin embargo, lo que los define es que todos ellos son niños educados para creer que están solos en el mundo, que todo gira a su alrededor y que tienen muchos derechos pero ninguna obligación.
Por su parte, el profesor y escritor Alfonso Aguiló explica que el fenómeno de los niños consentidos en exceso ocurre por varios factores, como el hecho de que los padres de familia modernos consideran que «no permitirán que sus hijos pasen por las dificultades que ellos vivieron» (lo cual, en muchos casos, implica poner límites estrictos).}

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Además, con la nueva ola de consumismo, los adultos sienten la presión de ceder a comprar todo lo que sus hijos piden sin enseñarles que todo se consigue con esfuerzo. Esto último, solamente provoca que los niños, de manera inconsciente, crean que merecen todo lo que desean con solo pedirlo… aunque todos sabemos que al crecer, la vida no es tan sencilla, ¿cierto?
¿Cuáles son las consecuencias de tener niños consentidos?
Sobreproteger a los hijos y hacer todo por ellos sin dejar que se esfuercen por nada, no solo hará de ellos niños berrinchudos o contestones, sino que también es un factor determinante en la formación del futuro adulto.
“Estos factores son los que pueden desencadenar que un niño empiece a expresar comportamientos de malcriado y si no se realizan acciones para contrarrestar dicha situación, esta puede desencadenar en una adolescencia marcada por la falta de límites, rebeldía y problemas con la autoridad” aseguró la psicóloga de la Universidad Cooperativa de Colombia, Nathalie Sierra Gaviria.
Esto podría ocasionar:
- Depresión. Los hijos mimados suelen tener problemas para comunicarse con otras personas, ya que están acostumbrados a que sus padres o familiares cercanos les adivinen todo y cumplan sus caprichos, lo cual nadie más hará por ellos; eventualmente, descubrirán cómo es el mundo real y al crecer, podrían tener tendencia a sufrir depresión y frustración.
- Problemas de autoestima y autonomía. Cuando un papá hace la tarea de matemáticas de su hijo, no le está demostrando lo mucho que lo ama y apoya, sino que le está dando a entender que es incapaz y por sí solo no puede lograrlo. Se vuelven constantemente insatisfechos, exigen cada vez más atención, más juguetes, más cosas que a larga, lo harán un adulto apático con la vida.
- Se vuelven personas egoístas y/o agresivas. Los niños consentidos crecen pensando que el mundo gira alrededor de ellos, carecen de empatía y tienen problemas de aceptación social, ya que cuando una pareja, amigo o jefe le reprenda o niegue algo, podría reaccionar con agresividad (esto está relacionado con la falta de tolerancia a la frustración).
Así que si no deseas tener niños consentidos que después serán adultos débiles, podrías intentar ser un poco más duro y consistente; es decir, si lo has regañado o castigado por algo, NO levantes el castigo a los 10 minutos. También es importante aprender a decir NO de vez en cuando y explicarle a tu pequeño las razones por las que le has negado ese juguete caro o jugar bajo la lluvia; eso sí, siempre con una actitud tranquila y decidida, dura pero no agresiva.
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