Todos hemos dicho o al menos escuchado la frase “Te tengo envidia… pero de la buena”, para muchas personas esta afirmación tiene todo el sentido del mundo, pero para otras es solo un vil engaño de la mente para ser ‘políticamente correcto’ en una situación incómoda, pero ¿De verdad existe la «envidia de la buena»? Esto dicen los psicólogos.
No nos vamos a engañar, todos hemos sentido envidia alguna vez, no importa que tan ‘alto vibres’ en algún momento has tenido esa extraña y molesta sensación dentro de ti, de hecho, muchos especialistas argumentan que la envidia es innata en los seres humanos, como el hambre o el sueño mismo, pero siempre le hemos temido porque puede resultar tanto negativo como vergonzoso.
De hecho, algunos psicoanalistas señalan que este sentimiento podría tener un lado positivo, aunque otros tantos aseguran que, sea “de la buena” o “de la mala”, la envidia tiene la misma raíz: desear lo que tienen otros y nosotros no poseemos, ya sea material, su físico, su fama, su juventud, su familia, su vida romántica, y un largo etcétera.
La envidia es considerada un sentimiento natural, casi como el hambre | Fuente: Redes
¿Existe la «envidia de la buena»? Esto dicen los psicólogos
De hecho existe un estudio que asegura que hay dos tipos de envidia, pero hay una diferencia clave entre ambas: la alegría por el mal y la desgracia ajena, por ejemplo, no es solo que quieras tener un esposo como el de tu vecina, sino que sentirías placer y gozo por su divorcio para que quedara “rebajada a tu nivel”.
Por más duro y horrible que pueda parecer este sentimiento en realidad es más común de lo que crees y se puede ver fácilmente en competencias deportivas, por ejemplo, así lo reveló un estudio alemán que señala que los hinchas de fútbol sienten más satisfacción cuando el equipo contrario falla un gol que cuando su equipo anotaba uno.
Usamos el término “envidia de la buena” como un eufemismo con el que expresamos admiración y un deseo sano de tener la misma suerte, mientras que la envidia ‘malsana’ puede llegar a ser un problema grave cuando se convierte en la emoción central de un individuo.
De acuerdo con Maribí Pereira, psicóloga y directora del Instituto Superior de Estudios Psicológicos de Madrid, la envidia depende de tus inseguridades: «la envidia es en sí una defensa contra la percepción de la propia inferioridad: se odia a otro para no sentir odio contra uno mismo».
Por ello, los expertos consideran que al hablar de envidia se deben tomar en cuenta los sentimientos de inferioridad y hasta de rivalidad que se hayan percibido toda la vida.»En cada persona, la intensidad de la envidia estará en función de sus sensaciones reprimidas de insignificancia e inferioridad. Las manifestaciones de la envidia generalmente nos dicen más de los sentimientos de inseguridad de quien envidia que de la personalidad del envidiado», señala la experta al medio El País.
“Su perfil (el del envidioso) sería el de una persona con una baja percepción de su auto-valía, que no se gusta a sí mismo, egocéntrica, con dificultad para entablar relaciones interpersonales y con claras tendencia al histrionismo narcisista. Suelen ser individuos mediocres e inmaduros y básicamente podríamos resumir sus rasgos diciendo que tienen una clarísima insatisfacción consigo mismo”, explica Clotilde Sarrió, miembro de la Asociación de Psicólogos y Terapeutas Gestalt para el Desarrollo.
Además, la psicóloga explica que la ‘envidia buena’ se podría definir más como un anhelo de superación o admiración y no llamársele -desafortunadamente- como ‘envidia sana’. «Mientras la ‘envidia mala’ estaría asociada con la codicia, la que llamamos ‘sana’ lo estaría con el anhelo o deseo de superación, pero yo la definiría más como admiración y motivación extrínseca, a partir de la cual el otro nos inspira para lograr objetivos y metas que, en un primer momento, pueden parecer inalcanzables. Cuando es intensa, constante y dirigida hacia una persona nunca constituye una experiencia placentera, positiva ni funcional (es un sentimiento que no sirve para nada). Nos pone en contacto con nuestras sensaciones de inferioridad de forma demasiado directa».
Además, explica, la envidia más perjudicial es la que dirigimos hacia las personas que queremos, pues nos hace capaces de destruir lazos o cosas importantes.
«El que odia se sabe pequeño, insignificante, y para no lidiar con el sufrimiento echa mano de un mecanismo de defensa, que es el menosprecio», agrega Pereira.
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