¿Tienes novia? Por qué nunca debes hacerle esta pregunta a tus hijos
No son pocas las preguntas aparentemente inocentes que les hacemos a los niños y que,...

No son pocas las preguntas aparentemente inocentes que les hacemos a los niños y que, sin embargo, están determinando de manera significativa su personalidad. ¿Tienes novia? te contamos por qué nunca debes hacerle esta pregunta a tus hijos.
Estamos seguras de que no lo haces con mala intención, pero este tipo de cuestionamientos podrían estar confundiendo a tus pequeñitos. Están tan normalizados que nadie los cuestionaba, pero ya llegó la hora de hacerlo.
El lenguaje no es inocente, de modo que lo que decimos está impactando en la vida de nuestros hijos. Si una niña tiene una relación cercana con uno de sus compañeros en la escuela y papá sugiere que es su novio, es muy probable que busque distanciarse y evitar tremenda confusión.

Estás sexualizando sus relaciones | Foto: Pexels
¿Por qué nunca debes preguntar a tus hijos “¿tienes novia?”
Los niños empiezan a sentirte atraídos por sus pares alrededor de los 9 o 10 años, antes solo los ven como amigos. De modo que si insistimos en ligarlos de forma romántica con sus amiguitos, solo estamos afectando sus relaciones sociales y, en consecuencia, su desarrollo emocional.
No es sino hasta la pubertad que la amistad evoluciona hacia un vínculo afectivo mayor. Con estas preguntas que parecen inofensivas estamos condicionando la forma en que se relacionan con los demás.
Un niño pequeño no entiende del todo el concepto de noviazgo (no como un adulto) y se confunde cuando se liga la palabra “novio” o “novia” a la persona con la que juega y se divierte. Y si además preguntamos si se dan besos, estamos sexualizando sus relaciones y metiéndolos en tremendo embrollo.

Buscarán alejarse del sexo opuesto | Foto: Freepik
Estamos fomentando una diferencia entre la forma en que se acercan a cada género y ponemos de manifiesto el mito de que la amistad entre hombres y mujeres es imposible (cuando concebimos solo la heterosexualidad). Los empujamos a caer en conductas que no son propias de su edad y que los harán desarrollarse a marchas forzadas.
No confundamos a nuestros hijos, seamos guías, pero vayamos a su ritmo.
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