Nunca mates a los insectos cara de niño si los encuentras en casa, hay una poderosa razón

Hay muchas plagas que pueden entrar en nuestro hogar, algunas inofensivas y hasta ‘buena onda’ con una importante función, pero hay otras que nos pueden poner en peligro; lamentablemente algunos animalitos sufren un cruel destino solo por su apariencia, como el caso de los insectos cara de niño, pero hoy te diremos por qué no debes matarlos si los encuentras en casa, hay una poderosa razón.

Si alguna vez te has encontrado con uno de estos animalitos seguramente trataste de huir, o en el peor de los casos, te deshiciste de él para evitar un ‘ataque’, pero en realidad se trata de un insecto que no pertenece a los arácnidos ni a las hormigas, es de un gran grupo de artrópodos, más específicamente corresponde a un género de grandes insectos no voladores conocidos como Stenopelmatus.

Los Stenopelmatus fuscus, también conocidos como grillos de Jerusalén o cara de niño obtienen este último nombre debido a su cabeza grande y ovalada y sus grandes ojos negros,y aunque existe una gran cantidad de mitos en sobre ellos, todos son falsos, pues no, no son agresivos, ni son venenosos ni tampoco vienen de Jerusalén.

No son capaces de picar, pues no cuentan con ningún tipo de aguijón y tampoco tienen ningún tipo de veneno y aunque sí presentan grandes mandíbulas, la última de sus preocupaciones es mordernos, pues solo las usan para alimentarse de materia orgánica.

Se trata de una especie endémica del oeste de Estados Unidos, la costa del Pacífico y el centro de México. Viven comunmente en jardines y jardineras, son de color marrón, algunos más claros que otros, con franjas oscuras en la panza, pueden medir hasta 7.5 cm de largo y no tienen alas, además, producen un sonido similar al de los grillos con el golpeteo de sus patas contra sus vientres cuando van a aparearse, pero a diferencia de estos insectos, los cara de niño no pueden saltar porque sus patitas traseras son cortitas.

Los cara de niño, al igual que las mariposas negras, tienen una mala fama completamente infundada, pues son inofensivos, así que si te encuentras uno no lo mates, déjalo libre, no intentará causarte ningún daño y, de hecho, si nos ven, es posible que estén huyendo de nosotros o acaban de salir de las profundidades de la tierra para alimentarse.

Ellos viven enterrados en la tierra y se alimentan de plantas y raíces, y, en ocasiones, de algunos insectos, sin embargo, en época de lluvia salen de sus casitas para no ahogarse y pueden entrar a tu casa buscando un refugio, pero no tienes que matarlos, de hecho, son muy buenos para la tierra porque hacen orificios que permite al aire circular, ventilan las raíces y provocan el movimiento de la materia orgánica y la oxigenación del suelo. Son de hábitos nocturnos, por lo cual salen en las noches a buscar alimento o pareja para reproducirse.

Si no los quieres en casa porque su anatomía te desagrada, levántalos con el recogedor y la escoba y regrésalos al jardín, el lugar donde realmente ellos quieren estar. Si hay demasiados en tu jardín lo mejor será usar protecciones, ya sea cerrando puertas y ventanas o poniendo mosquiteros como barrera a tu hogar.

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